jueves, 14 de febrero de 2019

LAS DOS HERMANAS Y LA NARANJA

Sembrando letras


Las dos hermanas y la naranja 







LAS DOS HERMANAS Y LA NARANJA



Hace mucho tiempo, el ilustre Ben Tahir, guerrero valeroso y hábil gobernante, vivía en su hermoso palacio con su esposa y sus dos hijas. Desde que sus dos hijas nacieron quiso educarlas con inteligencia y sensibilidad, y por eso dejó la educación de las niñas al cuidado del mayor sabio de su tiempo, Abu al Jadá.



Cada mañana, Ben Tahir, salía al jardín de palacio y sonreía contemplando los juegos de sus hijas, y las veía comportarse con elegancia, sencillez y decoro.

Pero ocurrió que un día, para sorpresa de todos, las dos hermanas empezaron a pelearse. Sin poder dar crédito a lo que veían sus ojos, el padre se les acercó a toda prisa y preguntó al maestro Abu cuál era el motivo de la riña.

– Es por una naranja, mi Señor – se apresuró a decir.

– ¿Por una naranja?

– Así es, mi Señor. Este año el naranjo del jardín tan sólo nos ha dejado una.

– ¡Pues que dividan inmediatamente la naranja en dos mitades, una mitad para cada niña!  ¡Es lo más justo y equilibrado! – dijo Ben Tahir, sin dudarlo un instante.

Ben Tahir, se sintió satisfecho, pues su decisión había sido sabia, equitativa y justa. Sin embargo, al poco rato, observó que ninguna de sus hijas pareció alegrarse con la solución, y ambas se retiraron en silencio, tristes y alicaídas a sus habitaciones.



–  ¿Por qué mis hijas continúan tristes? ¿Cómo es posible? – preguntó Ben Tahir, desconcertado.

El sabio Abu le respondió:

– Quizá la decisión de partir la naranja en dos mitades no ha sido la más acertada. Sinceramente y en mi humilde opinión, evidencia un arreglo decididamente tonto, mi Señor.

– ¿Cómo os atrevéis a insultarme?, servidor.

– No mi Señor, sólo digo que, probablemente, prestando más atención a sus hijas podría haber alcanzado un mejor acuerdo.

– ¿Cómo dices, viejo Abu? Explícate.

– En lugar de decidir por ellas, podría haber preguntado. En ese caso, se habría dado cuenta que la solución habría sido en dar toda la piel de la naranja, a quien de ellas la pretendía sólo para ralladura, y así elaborar un pastel, y dar toda la pulpa, a la otra quien deseaba comérsela sin más.




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