domingo, 3 de febrero de 2019

EL LABRADOR Y EL ÁRBOL

Sembrando letras


El labrador y el árbol







EL LABRADOR Y EL ÁRBOL



Hace tiempo había un labrador que tenía un fabuloso huerto que con sus propias manos cuidaba. Era un buen conocedor de la labranza y los cuidados de la tierra. Así, nada estaba descuidado en su huerto.

Era un huerto colmado de toda abundancia y encanto. Un lugar agradable sobre el que pasaba una pequeña acequia de agua generosa que recorriendo por multitud de surcos llegaba a cada planta y cada árbol.




Sobre la fértil tierra de su huerto, cultivaba con esmero y dedicación toda clase de hortalizas. Cada estación le daba todo lo que traen las estaciones: nabos, zanahorias, acelgas, ajos, coles, lechugas, puerros, calabazas…que consumía de muchas maneras, hervidas, aliñadas o en puré. Además, disponía de una hermosa arboleda en la que se entremezclaban toda clase de árboles frutales. Todos ellos estaban repartidos y separados con un perfume a opulenta cosecha y a fruta madura.  Las ramas de sus frondosos y corpulentos perales, naranjos, manzanos, higueras y granados se inclinaban hasta el suelo cargados de las mejores y exuberantes frutas que el labrador cosechaba para su deleite.

En la parte de dentro de la arboleda, como custodiado por el resto de fabulosos árboles, había un estéril árbol que únicamente servía de refugio a gorriones y a cigarras ruidosas.  El labrador, sabiendo que aquel árbol, después de muchos años, no había dado ni daría fruto alguno, como los otros árboles que siempre estaban poblados de perfumados frutos, se dispuso a derribarlo y eliminarlo de la arboleda.



Tomo su afilada hacha y descargó contra él sus primeros hachazos. Asustados los gorriones y las cigarras suplicaron al labrador que no cortase el árbol, pues a ellos le servía de refugio para protegerse y hacer sus nidos para la cría. El labrador, no hizo caso alguno y continuó golpeando al árbol. De pronto, sobre aquel árbol, quedó al descubierto un panal de abejas y dejó de golpear el árbol. El labrador, probó y gustó su rica miel, con lo que dejó de apalear con el hacha y desde entonces comenzó a cuidarlo con gran esmero, como si fuera sagrado.



Moraleja: Mucha gente hay que hace un bien sólo si de él recoge beneficio, no por amor y respeto a lo que es justo. Haz el bien por el bien mismo, no porque de él vayas a sacar provecho.

El labrador y el árbol. Adaptación de la fábula de Esopo.




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