domingo, 6 de mayo de 2018

LA LITERATURA CLÁSICA

“Letras clásicas para el bancalico del Cervantes”



La mitología clásica constituye uno de los grandes temas de la pintura europea. Entre las múltiples y atractivas cuestiones de estudio que ofrecen estas representaciones se encuentra la presencia del mundo vegetal.

Un buen número de árboles, plantas y flores se convirtieron en atributos de dioses, héroes, ninfas e incluso mortales, bien como símbolo de sus virtudes o de sus actividades. Los Olímpicos que, por distintas razones, están especialmente vinculados a este mundo son Démeter, Dioniso, Atenea, Apolo y Afrodita, a los que se sumaron divinidades estrictamente vegetales como Flora, Vertumno y Pomona.

Fragmento de El mundo vegetal en la mitología clásica y su representación artística (María José López Terrada)





Bajo la vigilancia de los pequeños "Dioses"







“Fue Ceres la primera que hendió los terrones en el ganchudo arado, la primera que dio al mundo cosechas y alimentos maduros”
Versos de Ovidio en la Metamorfosis 






“Triptólemo recibió este regalo de la diosa en recompensapor la hospitalidad con que la acogió en Eleusis su padre Céleo, durante la búsqueda de su hija Perséfone, siendo: el primero en arar, sembrar y recoger el fruto de la tierra cultivada

Versos de Ovidio en los Fastos








Pues el sentido de dar y recibir beneficios con justicia siempre se vio reflejado en el campesino griego a la hora de recoger sus cosechas. Una evidencia la encontramos en Hesíodo:

“Pero, si te agarrara, creo que aún te echaría... tres cosas: primero plantaría una larga hilera de cepas recientes; luego, retoños nuevos de higuera junto a ella, y en tercer lugar, un vástago de parra; sí, yo, este viejo, y en torno a la finca pondría a la redonda olivos, para ungimos con su producto tú y yo en las lunas nuevas.”

Fragmento de los Acarnienses (Aristófanes)








Con la mirada puesta en mi tierra, deseoso de paz, aborreciendo la ciudad, añorando mi pueblo, que jamás pregonó “compra carbones”, ni “compra vinagre”, ni “compra aceite”, y ni siquiera conocía eso de “compra”, pues por sí mismo producía de todo y no había allí quien te aserrara el oído gritando “compra”.

Fragmento de los Acarnienses (Aristófanes)








(Entra un labrador sucio y harapiento)

Labrador: ¡Ay! desgraciado de mí.
Diceópolis: ¡Heracles! ¿Quién es éste?
Labrador: Un hombre desdichado. […]
Labrador: Queridísimo amigo, ya que solo tú tienes treguas, dame una medida de paz, siquiera de cinco años.
Diceópolis: ¿Qué te ocurrió?
Labrador: Estoy hecho cisco: perdí mi yunta de bueyes. […] Diceópolis: Entonces, ¿qué necesitas ahora?
Labrador: Tengo los ojos perdidos de llorar por los dos bueyes. Si tienes alguna consideración a Dércetes el Filasio, úngeme pronto con paz en uno y otro.
Diceópolis: ¡Desgraciado!, no ejerzo de médico público.
Labrador: Anda, te lo ruego, a ver si recupero de algún modo mis bueyes.

Fragmento de los Acarnienses (Aristófanes)






“Todo el país que tenían que atravesar estaba jalonado de jardines y huertos regados por numerosos manantiales y por canales. Las casas de la campiña, bien construidas y blanqueadas con cal, bordeaban la ruta y mostraban en cualquier parte su riqueza. Las habitaciones estaban provistas de todo aquello que contribuye a los gozos de la vida y que una paz prolongada había permitido reunir a los moradores. La tierra era cultivada con viñas, olivos y un enjambre de árboles frutales”.


             Fragmento sobre el paisaje cartaginés (Diodoro de Sicilia) 



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