“Gloria” en el bancalico del Cervantes
Sobre lo escrito
De la lluvia
Las nubes, amontonadas y de un gris amoratado, como
de tinta desleída, fueron juntándose, juntándose, sin duda a cónclave, en las
alturas del cielo, deliberando si se desharían o no se desharían en chubasco.
Resueltas finalmente a lo primero, empezaron por soltar goterones anchos,
gruesos, legítima lluvia de estío, que doblaba las puntas de las hierbas y
resonaba estrepitosamente en los zarzales; luego se apresuraron a porfía,
multiplicaron sus esfuerzos, se derritieron en rápidos y oblicuos hilos de
agua, empapando la tierra, inundando los matorrales, sumergiendo la vegetación
menuda, colándose como podían al través de la copa de los árboles para escurrir
después tronco abajo, a manera de raudales lágrimas por un semblante rugoso y
moreno.
Capítulo
I de La madre Naturaleza (1887) (Emilia Pardo Bazán)
Empapando la tierra
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