LAS ALMAJARAS: SEMILLEROS TRADICIONALES
Las almajaras fueron antaño estructuras agrícolas que se
construían en los bancales de nuestra huerta de Molina de Segura y cuyo
objetivo era crear las condiciones medioambientales de temperatura y humedad
óptima y adecuada para sembrar distintas variedades
de tomates, pimientos, berenjenas, judías, calabacín y boniato,
principalmente, en los meses fríos del
año y obtener las plantas para su posterior trasplante definitivo. No obstante, en nuestra huerta de Molina de
Segura, se sembró, mayoritariamente, el pimiento de bola.
Una
parte de las plantas de las almajaras las destinaban los huertanos para cultivo
propio, y una vez que los pimientos estaban rojos los cogían y los
llevaban a las casas para que las mujeres les quitaran los rabos llamados
pezones y los abrían, después, los ponían boca arriba sobre zarzos en las
eras para que se secaran. Una vez secos los pimientos de bola, se vendían
para elaborar el pimentón. La otra parte de las plantas de las almajaras, las vendían a, los llamados, viajantes o
corredores que, a su vez, las distribuían a otros huertanos para cultivarlas en las huertas de la Vega
Baja de Alicante : Almoradí, Orihuela, Rojales, Catral, Redován…
La
construcción de la almajara era una tarea ardua y laboriosa que comenzaba
a principios de diciembre y podía llegar hasta el mes de enero. En la tarea,
podemos distinguir dos partes claramente diferenciadas:
1. El parapeto que
protegía del frío y ofrecía las condiciones adecuadas para el desarrollo de
las plantas.
2. El suelo
donde se sembrarán las semillas y se desarrollaban dichas plantas.
La
puesta en marcha de las almajaras comenzaba cavando y removiendo la tierra en
el lugar elegido y se disponían en
sentido Este-Oeste, con el frente Sur al descubierto para recibir la luz y el
Norte tapado para proteger del frío. El techo suele estar inclinado con una
pendiente de 50 a 60º y la parte abierta hacia el Sur, de esta manera se
aprovechaba mejor la acción solar del mediodía, primeramente, para la
germinación de las semillas y después, para el desarrollo de las plantas. Las
almajaras podían tener distintas dimensiones, ya que dependían del bancal
disponible para su construcción. En cualquier caso, el tamaño oscilaba entre
los tres y veinte metros de largo y de un metro y medio a tres metros de
ancho.
Elegido
y preparado el suelo, se empezaba realizando una zanja, que ocupaba el largo de la
almajara, de medio metro de honda y unos veinte centímetros de ancha. En
dicha zanja, se clavaban cañas elegidas y cogidas de la ribera del río Segura,
y separadas unas de otras unos cinco centímetros. Conforme se iban clavando
las cañas se rellenaba la zanja con la tierra que se había extraído. De esta
forma, las cañas quedaban
sujetas y todas de pie, formando una bardiza. A continuación, por detrás de la misma, se
colocaban alcanzabas (tallos secos de la planta del maíz), con el fin
de tapar la separación de las cañas de la bardiza y que no quedara resquicio
alguno y evitar que el viento y el
frío entrase a la zona de las siembras. Posteriormente, a metro y medio de
altura y por delante de la bardiza, se colocaba una caña larga y robusta,
llamada licera, que hacía de correa para sujetar y dar fuerza a la
propia bardiza. La correa de cañas quedaba fuertemente atada con cordeta.
Metro y medio por encima de la primera correa de cañas, se repetía la
operación de sujeción de la bardiza, con otra nueva correa de cañas, y así hasta
cuatro o cinco correas según el tamaño de la almajara.
Acabada
la bardiza de cañas y alcazabas, sobre la segunda correa de cañas, se sujetaba
con sogas en la parte alta de la misma. Una soga en cada extremo de la
bardiza y otras, distantes, unos tres
metros. Una vez atadas las sogas a la correa superior de cañas, se tiraba de
ellas para inclinar la bardiza hacia orientación sur, dándole la forma
característica de las almajaras. Las sogas se ataban a estacas clavadas sobre
los perfiles de los hoyos de la almajara. Una vez inclinada la bardiza, era
el momento de hacer los guardavientos. Los guardavientos eran los
parapetos que realizados, igualmente, con cañas y alcanzabas, cubrían los extremos de la almajara. Con
ello se daba protección contra los vientos laterales.
Acabada
la bardiza y los guardavientos, el terreno de la almajara se dividía en
diversos rectángulos, llamados hoyos.
Cada hoyo podía tener un metro de ancho y dos metros y medio de largo aproximadamente.
Los hoyos eran el lugar donde se realizaban las siembras y el posterior,
desarrollo de las plantas. Los hoyos estaban separados, unos de otros, por un
caballón de tierra, llamado perfil. La construcción del perfil
comenzaba con la formación de un caballón de tierra, luego se humedecía con
agua y se pisaba bien y despacio con los pies
juntos, y finalmente, se aplastaba con el legón. Era importante
que los perfiles estuvieran bien apretados, pues, eran las zonas de paso para
acceder a los distintos hoyos de la almajara y realizar las tareas que se requería:
regar con el rogiaor (rociador) de hojalata, eliminar las pequeñas malas
hierbas, el aclarado de las plantas
nacidas…
A lo
largo de todo el perfil longitudinal delantero de la almajara, se hacía un
pequeña regaera (reguera) de unos veinte centímetros de ancho y
unos veinticinco centímetros de fondo. Sobre la regaera se hacía pasar el
agua para regar las plantas. Cada tres metros, aproximadamente, se hacía una
poza con el espacio suficiente para introducir el rogiaor, llenarlo y poder
regar las siembras de los distintos hoyos.
Construidos
los distintos hoyos de la almajara y sus perfiles de separación, se emparejaban los hoyos y se dejaba bien
suelta y desmenuzada la tierra. Seguidamente, se echaban unos capazos de estiércol
que se originaba en los propios corrales de las casas familiares. El
estiércol estaba formado por los desechos de los animales que se
criaban en la casas: conejos, cabras, mulas, ovejas… y restos de materia
orgánica de los desechos de la propia casa. Aquel estiércol depositado en el hoyo se removía
pero, sin revolverlo con la tierra. Se pisaba con ambos pies, después, con
las manos abiertas se emparejaba y, finalmente, con la parte posterior del legón se palmeaba
todo el hoyo. Era importante hacer un buen manto de estiércol sobre los
hoyos, pues aquel estiércol en su proceso de fermentación, proporcionaría después
el conveniente calor que se aprovecharía para ayudar a proteger las
plantas del frío y favorecer su desarrollo. Después, sobre aquel manto de estiércol,
se ponía una fina capa de estiércol fermentado y garbillado.
Luego, se
aplanaba y aplastaba el estiércol y seguidamente, se arrojaban, a voleo,
las binzas (semillas) de pimiento y que los huertanos escogían procedentes de
los mejores frutos de la cosecha anterior y que una vez secas se guardaban
para sembrar en las almajaras. Una vez las semillas sobre el estiércol del
hoyo, se garbillaba nuevo estiércol y con la mano se iba arrojando sobre las
semillas para formar un mantillo que las cubría. A continuación, ocultas las
semillas bajo el mantillo de estiércol, se arrojaba una delgada capa de chinarro
fino extraído y recogido en las ramblas. El chinarro que cubría el hoyo
tenía dos misiones. En primer lugar, evitaba que al regar con el rogiaor los
hoyos, las semillas quedaran fuera del mantillo de estiércol, en
segundo lugar, que la orientación de la almajara hacia el mediodía, hacía que
el chinarro de los hoyos se calentara con el sol y el calor se propagaba
por el mantillo, de modo que las siembras disponían de una cama caliente
y por último, evita que los pájaros sacaran las semillas.
Realizada
la siembra, se abría el paso del agua del brazal hacia la regaera de
la almajara, después, se introducía el rogiaor en la poza, se llenaba y se
regaban los hoyos. Los riegos se hacían cada tres días. Así, las siembras
disponían de la humedad suficiente que garantizaba la germinación y el
desarrollo de las plantas.
Una
vez acabada la almajara y sembrados los hoyos, se llevaban a cabo las siguientes
tareas:
1. Los riegos sucesivos cada tres días.
2. Los hoyos sembrados quedaban, durante el
día, orientados al sol del mediodía y quedaban resguardados por los vientos y
frío del norte por la bardiza de cañas y alcanzabas, y los guardavientos,
pero al atardecer, y para evitar que las escarchas y el frío de la noche
dañara las plantas, los hoyos se cubrían con mantos. Los mantos eran
un armazón de tallos de la planta del trigo y cordeta entretejidos que medían
un metro y medio, aproximadamente. El manto era flexible, lo que permitía
enrollarlo y desenrollarlo fácilmente.
3. Al
día siguiente, y a media mañana, se retiraban los mantos y los hoyos quedaban al descubierto para que el sol calentara
las siembras y favoreciera su desarrollo.
4. Durante el período de germinación de las
semillas, había que vigilar a los pájaros. Los pájaros suponían un peligro en
las almajaras, pues escarbaban con su pico el suelo de los hoyos y se comían
las semillas. La mayor parte del día, había una persona que, con su presencia
o haciendo ruido, guardaba las almajaras y espantaba los pájaros. Otras
veces, se sujetaban plumas de ave en hilos y se colocaban sobre los hoyos,
con el fin de ahuyentar a los pájaros.
5. Cuando las plantas habían nacido y
tenían sus dos primeras hojas se empezaba a aclarar la planta. Esta tarea era
importante, para ello se colocaba entre los perfiles, que separaban los hoyos y a modo de puente,
un tablón ancho, sobre el mismo se colocaban hombres y mujeres e iban sacando
las plantas que estaban amontonadas.
6. Un segundo aclareo de plantas se hacía
cuando tenían seis hojas y además, se retiraban las malas hierbas.
7. A partir del segundo aclareo, sólo se
regaban las plantas y se eliminaban las malas hierbas que hubiesen.
8. Llegado el tamaño adecuado de las
plantas, sobre finales del mes de abril y primeros de mayo, se procedida al
arranque de la planta. Las plantas se sacaban a raíz desnuda formando garbas
y se colocaban en pequeños montones sobre sacos de hilo humedecidos y se
llevaban, sin perder mucho tiempo, a los bancales para proceder a su
plantación definitiva. En esa época ya no había peligro de heladas.
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