miércoles, 21 de febrero de 2018

PARA SABER MÁS


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LAS ALMAJARAS: SEMILLEROS TRADICIONALES


Las almajaras fueron antaño estructuras agrícolas que se construían en los bancales de nuestra huerta de Molina de Segura y cuyo objetivo era crear las condiciones medioambientales de temperatura y humedad óptima y adecuada para sembrar distintas variedades de tomates, pimientos, berenjenas, judías, calabacín y boniato, principalmente,  en los meses fríos del año y obtener las plantas para su posterior trasplante definitivo.  No obstante, en nuestra huerta de Molina de Segura, se sembró, mayoritariamente, el pimiento de bola.


Una parte de las plantas de las almajaras las destinaban los huertanos para cultivo propio, y una vez que los pimientos estaban rojos los cogían y los llevaban a las casas para que las mujeres les quitaran los rabos llamados pezones y los abrían, después, los ponían boca arriba sobre zarzos en las eras para que se secaran. Una vez secos los pimientos de bola, se vendían para elaborar el pimentón. La otra parte de las plantas de las almajaras,  las vendían a, los llamados, viajantes o corredores que, a su vez, las distribuían a otros huertanos  para cultivarlas en las huertas de la Vega Baja de Alicante : Almoradí, Orihuela, Rojales, Catral, Redován…



La construcción de la almajara era una tarea ardua y laboriosa que comenzaba a principios de diciembre y podía llegar hasta el mes de enero. En la tarea, podemos distinguir dos partes claramente diferenciadas:

  
  1.   El parapeto que protegía del frío y ofrecía las condiciones adecuadas para el desarrollo de las plantas.

  2. El suelo donde se sembrarán las semillas y se desarrollaban dichas plantas.


La puesta en marcha de las almajaras comenzaba cavando y removiendo la tierra en el lugar elegido y se disponían  en sentido Este-Oeste, con el frente Sur al descubierto para recibir la luz y el Norte tapado para proteger del frío. El techo suele estar inclinado con una pendiente de 50 a 60º y la parte abierta hacia el Sur, de esta manera se aprovechaba mejor la acción solar del mediodía, primeramente, para la germinación de las semillas y después, para el desarrollo de las plantas. Las almajaras podían tener distintas dimensiones, ya que dependían del bancal disponible para su construcción. En cualquier caso, el tamaño oscilaba entre los tres y veinte metros de largo y de un metro y medio a tres metros de ancho.

Elegido y preparado el suelo, se empezaba realizando una  zanja, que ocupaba el largo de la almajara, de medio metro de honda y unos veinte centímetros de ancha. En dicha zanja, se clavaban cañas elegidas y cogidas de la ribera del río Segura, y separadas unas de otras unos cinco centímetros. Conforme se iban clavando las cañas se rellenaba la zanja con la tierra que se había extraído. De esta forma, las cañas quedaban sujetas y todas de pie, formando una bardiza.  A continuación, por detrás de la misma, se colocaban alcanzabas (tallos secos de la planta del maíz), con el fin de tapar la separación de las cañas de la bardiza y que no quedara resquicio alguno  y evitar que el viento y el frío entrase a la zona de las siembras. Posteriormente, a metro y medio de altura y por delante de la bardiza, se colocaba una caña larga y robusta, llamada licera, que hacía de correa para sujetar y dar fuerza a la propia bardiza. La correa de cañas quedaba fuertemente atada con cordeta. Metro y medio por encima de la primera correa de cañas, se repetía la operación de sujeción de la bardiza,  con otra nueva correa de cañas, y así hasta cuatro o cinco correas según el tamaño de la almajara.

Acabada la bardiza de cañas y alcazabas, sobre la segunda correa de cañas, se sujetaba con sogas en la parte alta de la misma. Una soga en cada extremo de la bardiza y otras, distantes, unos  tres metros. Una vez atadas las sogas a la correa superior de cañas, se tiraba de ellas para inclinar la bardiza hacia orientación sur, dándole la forma característica de las almajaras. Las sogas se ataban a estacas clavadas sobre los perfiles de los hoyos de la almajara. Una vez inclinada la bardiza, era el momento de hacer los guardavientos. Los guardavientos eran los parapetos que realizados, igualmente, con cañas y alcanzabas,  cubrían los extremos de la almajara. Con ello se daba protección contra los vientos laterales.

Acabada la bardiza y los guardavientos, el terreno de la almajara se dividía en diversos  rectángulos, llamados hoyos. Cada hoyo podía tener un metro de ancho y dos metros y medio de largo aproximadamente. Los hoyos eran el lugar donde se realizaban las siembras y el posterior, desarrollo de las plantas. Los hoyos estaban separados, unos de otros, por un caballón de tierra, llamado perfil. La construcción del perfil comenzaba con la formación de un caballón de tierra, luego se humedecía con agua y se pisaba bien y despacio con los pies  juntos, y finalmente, se aplastaba con el legón. Era importante que los perfiles estuvieran bien apretados, pues, eran las zonas de paso para acceder a los distintos hoyos de la almajara y realizar las tareas que se requería: regar con el rogiaor (rociador) de hojalata, eliminar las pequeñas malas hierbas,  el aclarado de las plantas nacidas…


A lo largo de todo el perfil longitudinal delantero de la almajara, se hacía un pequeña regaera (reguera) de unos veinte centímetros de ancho y unos veinticinco centímetros de fondo. Sobre la regaera se hacía pasar el agua para regar las plantas. Cada tres metros, aproximadamente, se hacía una poza con el espacio suficiente para introducir el rogiaor, llenarlo y poder regar las siembras de los distintos hoyos.


Construidos los distintos hoyos de la almajara y sus perfiles de separación,  se emparejaban los hoyos y se dejaba bien suelta y desmenuzada la tierra. Seguidamente, se echaban unos capazos de estiércol que se originaba en los propios corrales de las casas familiares. El estiércol estaba formado por los desechos de los animales que se criaban en la casas: conejos, cabras, mulas, ovejas… y restos de materia orgánica de los desechos de la propia casa. Aquel  estiércol depositado en el hoyo se removía pero, sin revolverlo con la tierra. Se pisaba con ambos pies, después, con las manos abiertas se emparejaba y, finalmente,  con la parte posterior del legón se palmeaba todo el hoyo. Era importante hacer un buen manto de estiércol sobre los hoyos, pues aquel estiércol en su proceso de fermentación, proporcionaría después el conveniente calor que se aprovecharía para ayudar a proteger las plantas del frío y favorecer su desarrollo. Después, sobre aquel manto de estiércol, se ponía una fina capa de estiércol fermentado y garbillado. 


Luego, se aplanaba y aplastaba el estiércol y seguidamente, se arrojaban, a voleo, las binzas (semillas) de pimiento  y que los huertanos escogían procedentes de los mejores frutos de la cosecha anterior y que una vez secas se guardaban para sembrar en las almajaras. Una vez las semillas sobre el estiércol del hoyo, se garbillaba nuevo estiércol y con la mano se iba arrojando sobre las semillas para formar un mantillo que las cubría. A continuación, ocultas las semillas bajo el mantillo de estiércol, se arrojaba una delgada capa de chinarro fino extraído y recogido en las ramblas. El chinarro que cubría el hoyo tenía dos misiones. En primer lugar, evitaba que al regar con el rogiaor los hoyos, las semillas quedaran fuera del mantillo de estiércol, en segundo lugar, que la orientación de la almajara hacia el mediodía, hacía que el chinarro de los hoyos se calentara con el sol y el calor se propagaba por el mantillo, de modo que las siembras disponían de una cama caliente y por último, evita que los pájaros sacaran las semillas.

Realizada la siembra, se abría el paso del agua del brazal hacia la regaera de la almajara, después, se introducía el rogiaor en la poza, se llenaba y se regaban los hoyos. Los riegos se hacían cada tres días. Así, las siembras disponían de la humedad suficiente que garantizaba la germinación y el desarrollo de las plantas.

Una vez acabada la almajara y sembrados los hoyos, se llevaban a cabo las siguientes tareas:

1.  Los riegos sucesivos cada tres días.

2. Los hoyos sembrados quedaban, durante el día, orientados al sol del mediodía y quedaban resguardados por los vientos y frío del norte por la bardiza de cañas y alcanzabas, y los guardavientos, pero al atardecer, y para evitar que las escarchas y el frío de la noche dañara las plantas, los hoyos se cubrían con mantos. Los mantos eran un armazón de tallos de la planta del trigo y cordeta entretejidos que medían un metro y medio, aproximadamente. El manto era flexible, lo que permitía enrollarlo y desenrollarlo fácilmente.


3.  Al día siguiente, y a media mañana, se retiraban los mantos y los hoyos  quedaban al descubierto para que el sol calentara las siembras y favoreciera su desarrollo.

4. Durante el período de germinación de las semillas, había que vigilar a los pájaros. Los pájaros suponían un peligro en las almajaras, pues escarbaban con su pico el suelo de los hoyos y se comían las semillas. La mayor parte del día, había una persona que, con su presencia o haciendo ruido, guardaba las almajaras y espantaba los pájaros. Otras veces, se sujetaban plumas de ave en hilos y se colocaban sobre los hoyos, con el fin de ahuyentar a los pájaros.

5. Cuando las plantas habían nacido y tenían sus dos primeras hojas se empezaba a aclarar la planta. Esta tarea era importante, para ello se colocaba entre los perfiles,  que separaban los hoyos y a modo de puente, un tablón ancho, sobre el mismo se colocaban hombres y mujeres e iban sacando las plantas que estaban amontonadas.


6. Un segundo aclareo de plantas se hacía cuando tenían seis hojas y además, se retiraban las malas hierbas.

7. A partir del segundo aclareo, sólo se regaban las plantas y se eliminaban las malas hierbas que hubiesen.

8. Llegado el tamaño adecuado de las plantas, sobre finales del mes de abril y primeros de mayo, se procedida al arranque de la planta. Las plantas se sacaban a raíz desnuda formando garbas y se colocaban en pequeños montones sobre sacos de hilo humedecidos y se llevaban, sin perder mucho tiempo, a los bancales para proceder a su plantación definitiva. En esa época ya no había peligro de heladas.



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