domingo, 1 de diciembre de 2019

EL GRANADO, LAS GOLONDRINAS Y LAS ESTACIONES


Sembrando letras


El granado, las golondrinas y las estaciones





EL GRANADO, LAS GOLONDRINAS Y LAS ESTACIONES




Empezaba a sentirse el cambio de estación. Presuroso como todos los años, sin hacer apenas  ruido, ni aún permiso, el otoño llegaba con su aire fresco, un perfume a tierra húmeda que envuelve el ambiente y una delicada y suave luz del día que lo acorrala todo, que lo apaga todo.  El otoño distinguido y necesario, después de larga ausencia, llegaba silencioso y pretendido.

Sobre los viejos cables de los postes de la luz las golondrinas en clan, el rocío sobre la tierra y las pequeñas plantas, saludaban, sobre las primeras horas de la mañana, al ansiado otoño.

Tiernamente, las golondrinas y el otoño se saludaron. Es un saludo breve y cortés. Repentinamente, presurosas y excitadas levantan el vuelo para entablar su lucha dócil con el otoño. Es una disputa perdida de antemano. El otoño vino para quedarse y sale ganador. Sutilmente, transforma el ambiente apropiado para sí mismo. Las golondrinas, después de conjurarse sobre los cables de la luz, vuelan como locuelas, nerviosas y veloces para tomar el camino de la otra primavera. Primavera que les espera con pasión.
 
A pie de suelo, el granado imperioso y orgulloso, decide dar la bienvenida al otoño, la nueva estación. Para ello, le regala su mayor y mejor tesoro, las granadas. Son las granadas del otoño. Son el otoño de las granadas. Agradecido y paciente, el otoño, irá librando al granado de su pesada prenda que será deleite para la vista de viajeros y paseantes y placer para el paladar. Pero, también, lentamente, sosegado y tranquilo va envejeciendo y decolorando las brillantes hojas del granado que hace tiempo la primavera le obsequió con todo el cariño.

Mientras, las golondrinas quedaron desterradas por el soberano y soberbio otoño y sobre un suelo cubierto de hojas pálidas y marchitas, el, ahora, desdichado granado sin frutos y sin hojas, contempla reposado al agonizante otoño que cubría el día con su más negrura sombra.


Sacudido por el silencio sordo de un cadavérico otoño, surge con fuerza atronadora el viento y el frío que custodian la entrada del siempre presente invierno. Como siempre, llega ruidoso y fortalecido.

La fuerza y vigor del invierno va librando del pie del granado el montón de hojas secas que el otoño dejó. La brusca y violenta voz del invierno pone en refugio a todo ser viviente. Todo se esconde y todo enmudece.


Ante el impertinente, orgulloso y violento invierno, el virtuoso paso del tiempo trae la olvidada y valiente primavera que se presenta envuelta en verde y desprendiendo un aroma fresco y vivo. Su luminosidad y claridad desafían al majestuoso invierno. Lo más minúsculo se magnifica y pronto diminutos y brillantes verdes van cubriendo el suelo sobre el pie del granado. Los árboles comienzan a despertar y abrazar a la atrevida y decidida primavera y toman de la mano al sol. La luz primaveral comienza a dominar el día.

El desfallecido granado fue cobrando vida. De sus ramas comienzan a surgir  pequeños brotes verdes y sobre su tronco, hormigas, orugas  y pequeñas arañas dibujan juegos y ajetreos.

Atraídas por el perfume y la juvenil luz de los días, las mismas golondrinas vencidas por el otoño desaparecido y acabado, regresan a su nueva primavera. El granado, fiel amigo, va brindando como regalo sus más bellas y hermosas flores de pétalos de color carmesí brillante, de color naranja y, también, el alimento de pequeños insectos  que sobre sus hojas y flores se agitan y revolotean las golondrinas.

Embrujado por la primavera se deja ver y sentir el verano. El mismo verano que el cruel otoño, tiempo atrás, había desterrado, modela todo un majestuoso granado verde de hojas lustrosas con ramas semicolgantes y tallos erectos y empinados que tratan de alcanzar el cielo. De aquella agraciada frondosidad, sobresalen exuberantes granadas despidiendo destellos rojos amarillentos y anaranjados que brillan con luz intensa que atraen a mosquitos, hormigas voladoras, saltamontes, polillas…y que las golondrinas, con su característico vuelo rápido con cambios de dirección repentina y su canto cautivante, débil y gorjeante capturan en el aire perfumado en derredor del granado para alimentarse.

Como cada año el presuroso otoño va apareciendo para ir acortando los días y apagando la luz natural del verano. Poco a poco tinta las hojas del granado con tonos amarillos y anaranjado y con su poderoso soplo va despojando de las flexibles y espinosas ramas. Pero antes que aparezcan las siempre lluvias del otoño, las golondrinas en gran grupo se lanzarán en vuelo en busca de su otra primavera.

Sobre el granado, las fuertes lluvias del otoño agrietan las granadas maduras y se abren de forma natural. Sus semillas carnosas en intemperie serán alimento de aves e insectos y su cáscara dura, acartonada y agrietada será aprovechada por hongos y pequeños roedores.




Una nueva vez más, la misiva del tiempo se habrá cumplido: “las golondrinas emigran y el granado queda desnudo sobre un tapiz de hojas mortecinas”.


“Cuentos que todo es un cuento” (Pepe Marín)




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