Faltan, faltan, faltan... ¡las zanahorias!
Sobre lo escrito
El estiércol de asnos es mejor para las huertas que de ninguna otra bestia, porque comen despacio, y quebrantan mucho la cebada, y por eso cria poca yerba, y tras ello lo de cabras y ovejas, y luego lo de los caballos y muías siendo bien podrido, que si es nuevo, como los caballos tragan la cebada cuasi entera, cria mucha yerba, y por eso es bueno nuevo para los prados
Fragmento Del libro IV de “Obra de agricultura”
Capítullo V: De las maneras del estiércol… (Alonso Herrera)
MARTES, UN CONEJO EN EL COLEGIO
Habían pasado algunas semanas del inicio del curso, y por sorpresa, detrás de un armario del aula de infantil del alumnado de 4 y 5 años, se había escondido un pequeño conejo.
Durante varios días el pequeño conejo asustado y temeroso, no había salido de su rincón escondido. El griterío y el continuo hablar de los niños y niñas de la clase, lo atemorizaron y no se atrevió a salir.
Pasaron unos días y el pequeño conejo no tuvo más remedio que salir. El hambre y la sed le empujaron a ello. Temeroso por si algún niño o niña lo descubría, el pequeño conejo salió, como siempre salen todos los conejos que sienten miedo. Salió bien despacito y en silencio. Fue recorriendo el aula en busca de algo que comer, pero por mucho que buscó nada encontró. De pronto… ¡Corrió de nuevo a su escondite! Los niños y niñas que estaban en el recreo regresaban al aula. Y se escondió de nuevo detrás del armario.
Después de un buen rato en el aula, Lorena, una de las alumnas gritó con fuerza que había visto algo extraño detrás del armario. La maestra confusa, preguntó a Lorena porque gritaba tanto y tan asustada. Lorena corrió hacia su maestra y le dijo que detrás del armario, algo había visto moverse. Inmediatamente, la maestra se acercó al armario y se encontró con la sorpresa. El conejo estaba bien acurrucado entre el armario y la pared.
La maestra se quedó sin saber qué hacer, pero de pronto, metió la mano por detrás del armario y cogió el conejito. Lo sacó fuera y al momento, todos los niños y niñas de la clase se arremolinaron junto a la maestra. Todos querían ver qué tenía la maestra en las manos. ¡Un conejo, un conejo!, gritaron los niños y niñas. Lo habían reconocido. Los conejos son inconfundibles hasta para los niños y las niñas. Y la maestra les pidió que formaran un corro. Había que decidir que hacer con el pequeño conejo.
Sentados en corro, la maestra pidió a los niños y niñas que dijeran que hacer con el conejo. Todos estuvieron de acuerdo. El conejo se quedaría en el aula. A la maestra le pareció bien, pero les dijo que habría que cuidarlo. Estuvieron de acuerdo. Había que procurarle comida y agua todos los días y sobre todo, darle mucho cariño y atención. De pronto, Alicia levantó la mano y dijo que a los conejos les encantan las zanahorias. Entonces traeremos zanahorias de casa dijo uno de los niños. Pero Juan Lucas, se le ocurrió la idea de aprovechar el huerto del colegio para cultivar zanahorias para el conejo. ¡Si, si, si…! Todos los niños y niñas y la maestra estuvieron de acuerdo.
Pero antes de nada, la maestra expuso que había que poner nombre al conejo. Se pusieron a pensar, y fue Fátima quien primeramente se le ocurrió que podrían poner el nombre de Martes. Como hoy hemos conocido al conejo y es martes, podemos llamarle así. Todos estaban de acuerdo.
Ahora nos queda hacer la siembra de zanahorias para poder alimentar a nuestro conejo Martes, siguió contando la maestra. Pero cómo sembrar zanahorias. Maestra, yo puedo preguntar a mi abuelo cómo se siembran, dijo Manuel. Perfecto, Mañana prepararemos todo lo necesario para salir al huerto y hacer la siembra.
Pasaron dos días, y aquella mañana Manuel vino acompañado con su abuelo Tomás. Había traído todo lo necesario. Unas pequeñas azaditas, unos rastrillos, estiércol de caballo para abonar, regaderas y por supuesto, las semillas de zanahoria. Salieron al huerto todos los alumnos y alumnas junto a su maestra y el abuelo Tomás. Salma llevaba en sus brazos a Martes que estaba bien tranquilo.
Ya en el huerto, los niños y niñas se sentaron en un rincón y el abuelo Tomás mostró todas las herramientas y el modo de hacer la siembra. Quedaron mirando al abuelo y comenzó:
Primero vamos a poner estiércol de caballo en la tierra para que las zanahorias crezcan muy, muy, muy grandes. Después, removeremos la tierra con los rastrillos para que se mezcle bien la tierra y el estiércol. Cuando el suelo esté preparado, iré poniendo un puñado de semillas de zanahoria en vuestra mano y con la otra mano iremos tomando algunas semillas y las iremos dejando caer en la tierra. Una vez que acabemos de poner las semillas en la tierra, pasaremos de nuevo el rastrillo sobre la tierra para que queden enterradas. Para terminar, cogeremos las regaderas para humedecer la tierra sembrada. Cada niño y niña cogerá una regadera, la llenará de agua y regará las semillas de zanahoria.
Todos se sentían felices de la tarea y regresaron al aula, emocionados y sobre todo, con muchas ganas de volver a salir al huerto para ver su siembra de zanahorias.
FIN
En el huerto que era mi huerto
Amo las cosas que nunca tuve
con las otras que ya no tengo.
Yo toco un agua silenciosa
parada en pastos friolentos
que sin un viento tiritaba
en el huerto que era mi huerto.
Lo miro como lo miraba
me da un extraño pensamiento,
Poema: "Cosas de poemas de infantiles" (Eduardo Chirinos)
Miro al huerto y me da un extraño pensamiento.
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