lunes, 12 de enero de 2015

EL NIÑO Y EL ESPANTAPÁJAROS

Sembrando letras


La narración: crear un cuento
El niño y el espantapájaros"

Autores e ilustradores: alumnado 6ºB


El alumnado de 6º B imaginan que un día un anciano huertano descubre que su huerto ha sido maltratado y pisoteado. A partir de ello, los alumnos y alumnos han creado un pequeño cuento en el que los personajes principales son, un espantapájaros y un niño.

Así quedaron algunos de los cuentos más singulares.



EL NIÑO Y EL ESPANTAPÁJAROS

Hubo una vez una señora de sesenta años llamada Mirta. Mirta tenía un hijo llamado Alph de 38 años que era muy alegre. Un día que Alph visitó el precioso vergel que estaba cerca de la casa y vio que una de las zanahorias, reservadas para producir flores, estaba con su tallo floral quebrado. El resto de las zanahorias, también, estaban estropeadas, y vio las pisadas de un niño. Alph regresó a casa y se lo contó a su madre. Mirta desesperada fue a reanimar las plantas de las zanahorias, pero el tallo estaba demasiado estropeado para que las flores se reavivaran. Esperaremos a que se desarrollen de nuevo, pensó Mirta. Luego fue al bancal de las lechugas y se las encontró bastante mustias y pisoteadas. Llamó a su hijo Alph para que las replantara de nuevo. La pobre mujer estaba desesperada.


Después de aquella situación, Alph pensó en tender una trampa al niño que pisoteó y estropeó el huerto. Alph se disfrazó de espantapájaros para descubrir al intruso.
Una mañana que Mirta salió a su precioso huerto, vio un muchacho de unos diez años, aproximándose para cometer sus maldades. Mirta simuló no haberle visto y no levantó la menor sospecha. Mientras tanto, Alph, disfrazado de espantapájaros, esperaba al muchacho en el bancal de las lechugas. De pronto, se encontró al niño. El niño al ver el espantapájaros, cogió del montón de estiércol un puñado y se lo lanzó al vientre, después, se acercó a su cara. En aquel preciso momento, Alph abrió mucho los ojos y de su boca salio… ¡Bouuu! Alph le dio un susto de muerte y el muchacho salió corriendo y aterrado hacia el pueblo. Mirta lo vio pasar bien asustado y se quedó riendo a carcajadas.


Fin 
            
                                                                                                                                                  Alex 6º B                                                                           



EL NIÑO Y EL ESPANTAPÁJAROS

Érase una vez un anciano llamado Matías que vivía con su mujer Marta. Matías tenía un huerto e iba todos los días para hacer las labores propias del mismo: cavar, regar, plantar… Pero un día, lo vio todo pisoteado. Los tomates y lechugas arrancadas. Pero las huellas no eran de un pájaro, si no de un pie, pero un pie pequeño, eran de un niño. Matías se puso a arreglarlo todo y llego a su casa agotado.


Al día siguiente, estaba todo igual, las plantas pisoteadas y quebradas. Matías ya no podía más, así que no arregló nada aquel día en el huerto, pero sí decidió buscar una solución y se fue a casa a pensar. Después de pensar, se le ocurrió una idea. Le pidió a su mujer Marta ropa vieja y rota. Se vistió de espantapájaros y se fue al huerto con la ropa vieja puesta. El niño no vino ese día y Matías, se fue a su casa. Al día siguiente, tampoco vino el niño al huerto y Matías se estaba desanimando. Pero al el tercer día llego el niño y se asustó cuando vio un  espantapájaros y empezó a pegarle.

-         ¡No me pegues! –dijo Matías, vestido
      del espantapájaros.
El niño se volvió a asustar pero siguió 
pegando al espantapájaros y preguntó:

     - ¿Quién hay ahí?

     - Soy yo el espantapájaros y estoy aquí para guardar mi huerto.

El niño salió corriendo y se fue. Al día siguiente volvió para ver si aún estaba el espantapájaros, pero esta vez Matías no estaba disfrazado. Matías contó al niño por qué se disfrazó de espantapájaros y el niño le pidió perdón a Matías por todo lo que había hecho y le ayudó a arreglar todo el huerto.

Fin
Alba 6º B






 

EL NIÑO Y EL ESPANTAPÁJAROS

Hace  mucho tiempo, muy lejos de aquí, vivía un hombre llamado Willy que tenía un huerto. Un día por la mañana cuando se despertó fue a su huerto a regar como de costumbre. Pero cuando entró y vio lo ocurrido, no se lo creía. Alguien había entrado y arrambló con todo. Arranco muchas plantas de las cuales Willy había regado y cuidado con mucho esmero. El huertano estuvo todo el día arreglando y retirando las plantas arrancadas y rotas del huerto. Cuando terminó regresó a casa. 

Pasaron algunos días y Willy se fue de nuevo al huerto, como hacía siempre. Cuando llego, se sorprendió mucho, de nuevo entraron y lo rompieron todo, como el día anterior. Pero esta vez era diferente, no quedaba ni una sola planta en la tierra. Todas estaban destrozadas en el suelo.
Como la tierra seguía húmeda en el bancal, en ella se podían ver unas pequeñas huellas de pisadas. Cuando Matías quitó su mirada de las huellas se le ocurrió una brillante idea.
Llego a su casa y le pidió a su mujer Enma la ropa vieja que tuviese en su armario. Enma sacó una camisa y unos pantalones, pero no entendía nada.


Al atardecer, se puso los pantalones y la camisa, pero antes los ensució de tierra. Después, se puso un sombrero de paja y en las mangas y en los bordes de los pantalones se metió paja. Willy se había disfrazado de espantapájaros. Cuando terminó, se colocó en el medio del huerto donde se pudiese ver todo alrededor. De repente, vio entrar al huerto una silueta bastante pequeña. Poco a poco aquella silueta se veía con más claridad. Era un niño. El niño comenzó a golpear con un palo cuanto tenía por delante. Entonces Willy  dijo con voz burlona:
-¡Oye niño! ¿Qué haces?
El niño se asustó al oír aquellas palabras y contestó:
-Nada -dijo el niño muy asustado tirando el palo al suelo.
-¿Es que te gusta destrozar las plantas?
-¡Me encanta! –contestó el niño.


En ese instante el niño se quedó mirando al espantapájaros y se dio cuenta de que era un simple espantapájaros y que no podría estar hablando con un muñeco vestido con ropas viejas y sucias. Quitó la vista del espantapájaros y comenzó de nuevo a destrozar y a romper las plantas como en días pasados. En ese momento, el espantapájaros volvió a decir:
-¡Niño, basta ya! Las plantas son mías.
El niño lo escuchó y pensó que el espantapájaros podría estar encantado. Se detuvo a pensar un momento y después, dijo:
             -Tengo que comprobar si el espantapájaros está encantado o no.
El niño agarro con fuerza el palo que llevaba y empezó a darle golpes al espantapájaros. Pero por más que daba golpes al espantapájaros, no mostraba ninguna señal de dolor. El niño se dio la vuelta y en ese momento, el espantapájaros dijo:
-Niño ya me has hecho bastante daño y has destrozado mis cultivos. Deja mi huerto en paz y vete de aquí para siempre.
El niño muy asustado le dijo:
             -Tranquilízate amigo me iré de aquí y no volveré más. Todo me sale mal, nunca hago algo bien hecho.
             -Oye niño, ¿por  qué dices eso? –preguntó el espantapájaros muy intrigado.
-No tengo amigos y todo el mundo me dice que no sé hacer nada.


Aquellas palabras dejaron a Matías pensativo. Se quitó el disfraz de espantapájaros y pensó que debía hablar con el niño y no dejarlo ir, pues siempre le quedaría ese peso en su conciencia, entonces le dijo:
-No te vayas  quiero hablar contigo. Me gustaría que vinieras a mi huerto. Pero no a destrozarlo, sino a cuidarlo. ¿Qué te parece?
El niño no lo entendía y quiso marcharse deprisa, pero Matías insistió:
             -Si quieres venir alguna tarde por aquí, yo estaré esperándote y seguro que podrás ayudarme a recuperar el huerto como estaba.
El niño miraba a Matías y después, dijo:
            -¿Me enseñarás como trabajar en el huerto? –preguntó el niño.
             -¡Claro que sí! Seguro que si pones interés podrás ser un buen niño huertano.
            -Vale, vendré mañana.
             -Muy bien –dijo Matías. Aquí estaré esperándote.

Fin
Susana 6º B

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