EL JARDÍN DE ALCÍNOO
La
Odisea puede considerarse como la más grande de las obras clásicas de la mitología griega. Se trata de un poema épico escrito por Homero en el que se narran los
distintos viajes que Odiseo (Ulises en Látín)
realiza, después de la guerra de Troya, hasta llegar a la isla de Ítaca, donde
esa su hogar y le esperan su esposa Penélope y su hijo Telémaco.
La Odisea comprende los diez años que duró el viaje de Ulises hasta
llegar a la isla de Ítaca. En ella se narran las distintas y variadas
aventuras, combates, peligros y hazañas a las que hubo de enfrentarse Ulises.
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Odiseo en la isla Esqueria donde habitan los feacios. |
En
las distintas aventuras, Ulises mostró una gran inteligencia y astucia para
escapar de los continuos problemas a los que se enfrenta por designio de los dioses. Además, la
diosa Palas Atenea, la deidad de
ojos de lechuza, se enamora de Ulises y le ayuda en todo el viaje de regreso,
dándole todas las fuerzas que necesitaba.
En
su regreso a casa, Ulises llega a la isla de Esqueria, donde viven los Feacios
y su rey Alcínoo. Cuando Ulises se halla a punto de entrar a la ciudad
encantadora, la diosa Palas Atenea, la deidad de ojos de lechuza, se le aparece bajo el aspecto de una joven que
lleva un cántaro, se detiene frente a Ulises, y el héroe la interroga de la
siguiente manera:
― Hija
mía, ¿no podrías conducirme a la casa del héroe Alcínoo, que reina sobre estos
pueblos? Yo llego, desdichado extranjero, de un país muy lejano y no conozco a
ninguno de los hombres que residen en esta ciudad y que cultivan estos campos.
― Sí,
sin duda, venerable extranjero ― responde Palas Atenea, la deidad de ojos de
lechuza ― yo te indicaré la casa por la cual me preguntas. Alcínoo vive cerca
de Zeus, mi padre irreprochable, pero sigue guardando
el mismo silencio que hasta ahora, yo te indicaré el camino, no mires a nadie
ni les hagas preguntas, no suelen acoger a los forasteros. Nuestros ciudadanos
no reciben de buen grado a los extranjeros, ni acogen con benevolencia a los
que vienen de lejos.
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Odiseo y Palas Atenea |
De
esa manera habló Palas Atenea, al momento, se adelantó con rápido paso y Ulises
siguió las huellas de sus pasos. En aquella isla, los feacios que eran ilustres
navegantes, no vieron a Ulises, y cruzando por en medio de ellos, atravesó la
ciudad. Pues, Palas Atenea,
de hermosa cabellera y bondadosa alma, lo había cubierto con una densa y divina
nube. En su andadura por la ciudad, Ulises miraba maravillado el puerto y las
naves ancladas en fila, la plaza pública donde se congregaban los jefes, los
largos y elevados muros provistos de estacas. Era un espectáculo admirable. Al
llegar junto al palacio del rey Alcínoo,
la diosa Palas Atenea, la deidad de ojos de lechuza, comenzó a hablarle de esta
manera:
― Este es, venerable extranjero, el palacio que me pediste te mostrara, el
palacio de Alcínoo, rey de los Feacios. En el palacio encontrarás los
príncipes, hijos de Zeus, celebrando
un banquete, pero vete adentro y que tu alma y ánimo no se perturbe, pues el
hombre que es audaz realiza mejor los proyectos que emprende, aunque haya
venido de otra tierra. Entrado en la sala, hallarás primero a la reina, cuyo
nombre es Arete, la más bella de las mujeres.
Más allá del
patio, se extiende un gran huerto de cuatro fanegas, por todas partes está
circundado por un muro. Allí, crecen árboles altos y verdes, perales y granados
de brillantes frutos, dulces higueras y olivos siempre verdes. Los frutos de
estos árboles no cesan en todo el año, no faltan ni en invierno ni en verano; son
perennes. El Céfiro, con su hálito, hace nacer a los unos y madurar a los
otros. La pera envejece al lado de la pera, la manzana al lado de la manzana y
el higo al lado del higo. Allí se plantó también una fecunda viña, una parte de
la cual, en un llano unido y descubierto, está secándose a los rayos del sol;
se vendimian sus racimos, mientras las otras se están prensando; más lejos hay
todavía racimos jóvenes, los unos aparecen en flor, y los otros comienzan a
ennegrecer. En el extremo del jardín hay unos arriales regulares que se llenan
de diversas hortalizas, que florecen en abundancia y siempre lozanas. Hay en el
huerto dos manantiales: el uno serpentea a través de todo el huerto, el
segundo, por otro lado, corre junto a la entrada del patio, cerca del elevado
palacio; es allí adonde van a buscar agua los habitantes. Tales eran los ricos
presentes de los dioses en la morada de Alcínoo.
Ante
esta vista, el noble Ulises estaba mudo de asombro. Después de haber admirado
en su alma todas estas maravillas, traspone rápidamente el umbral y penetra en
el interior del palacio. Encuentra a los príncipes y a los jefes de los feacios
haciendo con sus copas libaciones al clarividente Hermes.
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