Sembrando letras
Las dos hermanas y la naranja
LAS DOS HERMANAS Y
LA NARANJA
Hace mucho tiempo, el ilustre Ben Tahir,
guerrero valeroso y hábil gobernante, vivía en su hermoso palacio con su
esposa y sus dos hijas. Desde que sus dos hijas nacieron quiso educarlas con
inteligencia y sensibilidad, y por eso dejó la educación de las niñas al
cuidado del mayor sabio de su tiempo, Abu al Jadá.
Cada mañana, Ben Tahir, salía al jardín de
palacio y sonreía contemplando los juegos de sus hijas, y las veía
comportarse con elegancia, sencillez y decoro.
Pero ocurrió que un día, para sorpresa de
todos, las dos hermanas empezaron a pelearse. Sin poder dar crédito a lo que
veían sus ojos, el padre se les acercó a toda prisa y preguntó al maestro Abu
cuál era el motivo de la riña.
– Es por una naranja, mi Señor – se apresuró
a decir.
– ¿Por una naranja?
– Así es, mi Señor. Este año el naranjo del
jardín tan sólo nos ha dejado una.
– ¡Pues que dividan inmediatamente la naranja
en dos mitades, una mitad para cada niña! ¡Es lo más justo y equilibrado! – dijo Ben
Tahir, sin dudarlo un instante.
Ben Tahir, se sintió satisfecho, pues su
decisión había sido sabia, equitativa y justa. Sin embargo, al poco rato,
observó que ninguna de sus hijas pareció alegrarse con la solución, y ambas
se retiraron en silencio, tristes y alicaídas a sus habitaciones.
– ¿Por qué mis hijas continúan tristes?
¿Cómo es posible? – preguntó Ben Tahir, desconcertado.
El sabio Abu le respondió:
– Quizá la decisión de partir la
naranja en dos mitades no ha sido la más acertada. Sinceramente y en mi
humilde opinión, evidencia un arreglo decididamente tonto, mi Señor.
– ¿Cómo os atrevéis a insultarme?, servidor.
– No mi Señor, sólo digo que,
probablemente, prestando más atención a sus hijas podría
haber alcanzado un mejor acuerdo.
– ¿Cómo dices, viejo Abu? Explícate.
– En lugar de decidir por ellas, podría haber
preguntado. En ese caso, se habría dado cuenta que la solución habría sido en
dar toda la piel de la naranja, a quien de ellas la
pretendía sólo para ralladura, y así elaborar un pastel,
y dar toda la pulpa, a la
otra quien deseaba comérsela sin más.
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