Sembrando letras
El labrador y el árbol
EL LABRADOR Y EL
ÁRBOL
Hace tiempo había un labrador que tenía un fabuloso
huerto que con sus propias manos cuidaba. Era un buen conocedor de la
labranza y los cuidados de la tierra. Así, nada estaba descuidado en su
huerto.
Era un huerto colmado de toda abundancia y
encanto. Un lugar agradable sobre el que pasaba una pequeña acequia de agua
generosa que recorriendo por multitud de surcos llegaba a cada planta y cada árbol.
Sobre la fértil tierra de su huerto, cultivaba
con esmero y dedicación toda clase de hortalizas. Cada estación le daba todo
lo que traen las estaciones: nabos, zanahorias, acelgas, ajos, coles,
lechugas, puerros, calabazas…que consumía de muchas maneras, hervidas,
aliñadas o en puré. Además, disponía de una hermosa arboleda en la que se
entremezclaban toda clase de árboles frutales. Todos ellos estaban repartidos
y separados con un perfume a opulenta cosecha y a fruta madura. Las ramas de sus frondosos y corpulentos
perales, naranjos, manzanos, higueras y granados se inclinaban hasta el suelo
cargados de las mejores y exuberantes frutas que el labrador cosechaba para
su deleite.
En la parte de dentro de la arboleda, como
custodiado por el resto de fabulosos árboles, había un estéril árbol que únicamente
servía de refugio a gorriones y a cigarras ruidosas. El labrador, sabiendo que aquel árbol,
después de muchos años, no había dado ni daría fruto alguno, como los otros
árboles que siempre estaban poblados de perfumados frutos, se dispuso a derribarlo
y eliminarlo de la arboleda.
Tomo su afilada hacha y descargó contra él
sus primeros hachazos. Asustados los gorriones y las cigarras suplicaron al
labrador que no cortase el árbol, pues a ellos le servía de refugio para
protegerse y hacer sus nidos para la cría. El labrador, no hizo caso alguno y
continuó golpeando al árbol. De pronto, sobre aquel árbol, quedó al
descubierto un panal de abejas y dejó de golpear el árbol. El labrador, probó
y gustó su rica miel, con lo que dejó de apalear con el hacha y desde
entonces comenzó a cuidarlo con gran esmero, como si fuera sagrado.
Moraleja:
Mucha gente hay que hace un bien sólo si de él recoge beneficio, no por amor
y respeto a lo que es justo. Haz el bien por el bien mismo, no porque de él
vayas a sacar provecho.
El labrador y el árbol. Adaptación de la fábula de Esopo. |
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