Para saber más
Tacuinum sanitatis
“Si se siembra la semilla con fe y se cuida con perseverancia, sólo será cuestión de tiempo recoger sus frutos”. Thomas Carlyle
El faraón
Dyoser y la crecida del Nilo
En el antiguo Egipto, cada año, entre los meses
de junio y septiembre, las lluvias
causaban las ansiadas crecidas del río que inundaban las tierras próximas al
Nilo. Después de cada crecida anual
del Nilo, sus aguas bajaban y dejaban al descubierto un suelo
extraordinariamente fértil, recubierto de un excelente lodo y fácil de
cultivar, lo que garantizaba el alimento y el agua a los grupos humanos que
vivían a las orillas de aquel generoso río Nilo. Las magníficas condiciones
de aquellas tierras facilitaron una
agricultura que permitió el cultivo de una amplia variedad de cereales,
legumbres, hortalizas y especies frutales. Igualmente, se dedicaron bastantes
tierras al cultivo del lino y su utilización en la confección de telas.
Sobre la importancia del río Nilo en
la antigüedad.
Sentado en
su trono, silencioso y apenado, se encontraba el faraón Dyoser.
Egipto había
caído en desgracia ya que hacía siete años que la crecida del Nilo era
insuficiente. No había agua suficiente para regar las tierras, y las reservas
de los graneros, que hasta ahora habían permitido al pueblo alimentarse, se
estaban quedando vacíos.
Los meses
pasaban y la preocupación del faraón aumentaba. Su pueblo no tenía apenas con
qué alimentarse, los campesinos observaban con tristeza los campos secos, los
niños lloraban y los ancianos se debilitaban. Incluso los templos se cerraban
por falta de ofrendas a sus dioses.
El Nilo se
negaba a fecundar la tierra de Egipto. Por eso, decidió pedir ayuda a su
amigo y primer ministro Imhotep, arquitecto, médico, mago y astrólogo.
– Nuestro
país está sufriendo una grave situación – dijo el rey dirigiéndose a Imhotep
-. Si no encontramos una solución moriremos de hambre. Hay que darse prisa y
descubrir dónde nace el Nilo para saber cuál es el poder divino responsable
de que suban las aguas.
Imhotep se
marchó a Heliópolis, donde se encontraba el gran templo de Thot, dios de la
sabiduría y protector de los escribas. Buscó entre los libros sagrados y
documentos más antiguos que hablaran sobre la crecida del Nilo y volvió al palacio
para informar a Dyoser.
– Eres el
primer faraón que se interesa por los secretos de los caudales del Nilo –
comentó Imhotep mientras desenrollaba un montón de papiros, y prosiguió– Los
textos indican que en el sur de Egipto se encuentra la isla de Elefantina.
Allí apareció la luz divina cuando decidió dar vida a todos los seres. El
Nilo nace en ese lugar, en dos cavernas de donde manan todas las riquezas de
la tierra. Cuando lo desea, el Nilo fertiliza sus orillas.
– ¿Quién vigila
esas cavernas? – preguntó ansioso el faraón.
– El dios
Jnum, quien modela en su torno de alfarero a todos los seres. Se encuentra en
Elefantina y retiene bajo sus sandalias el caudal del río. Mientras no las
levante no habrá crecida. Jnum es quién dispone las tierras fértiles del Alto
y del Bajo Egipto, quien hace crecer el trigo, quien hace posible la
producción de piedras en las canteras para elevar los templos. Gracias a él
prosperan los animales y las plantas.
Para
conseguir que Jnum liberara la crecida, Dyoser tuvo que ir a Elefantina en
busca de una paleta de escriba y una cuerda de agrimensor para medir los
campos. El faraón imploró los favores del dios pidiéndole la salvación de su
pueblo. Pero sus plegarias no fueron atendidas. Sin embargo, decidió quedarse
en la isla de Elefantina luchando hasta el final, aunque le costara la vida.
Dyoser,
vencido por el cansancio se quedó dormido, y en sus sueños se le apareció el
dios Jnum. El rey alzó sus manos en señal de respeto, y el dios le habló.
– Soy Jnum,
el dios creador; dame un abrazo para que mi magia te proteja… ¿Qué te sucede
Dyoser? ¿Por qué me llamas con tanta insistencia?
– Estoy preocupado
por mi país y mi pueblo.
– ¡Tienes
motivos para estarlo! Te he dado numerosos materiales para que edifiques
templos y construyas estatuas a los dioses y tú no los has hecho. Tienes que
restaurar los monumentos antiguos y construir otros nuevos. El pueblo de
Egipto debe adorar a sus dioses y el faraón dar ejemplo. Ahora ya sabes los
motivos de mi enfado.
Jnum, señor
del Nilo y de la fecundidad de las tierras de Egipto, vigilaba las dos grutas
que se encontraban en el santuario secreto del templo de Jnum de esta isla.
De allí procedían las fuentes del Nilo. Una puerta impedía a los humanos el
acceso para evitar que descubrieran el secreto e hicieran mal uso de él.
– Por ti,
que eres el servidor de los dioses y de tu pueblo, abriré esta puerta dejando
circular el caudal del Nilo. Regará sus orillas y sus campos se fertilizarán.
Egipto prosperará – dijo Jnum, y cogiendo de la mano a Dyoser le llevó al
fondo de las dos grutas, donde el Nilo dormía en forma de serpiente debajo de
sus sandalias.
– Mi maestro
de obras Imhotep edificará tu templo en la isla del origen del mundo y tu
santuario guardará para siempre el secreto de la crecida del Nilo – añadió el
faraón.
Jnum levantó
sus sandalias. La serpiente se convirtió en un joven fuerte con la cabeza
cubierta de cañas que se emergió en el agua estancada transformándola en una
caudalosa riada.
Cuando
Dyoser despertó, observó que el caudal del Nilo fluía con fuerza. A sus pies
estaba la tabla de escriba con un texto grabado: una plegaria al dios Jnum
que nunca debería olvidarse.
Ese mismo
día ordenó que iniciaran las obras de construcción de un templo dedicado a
Jnum. En sus muros se escribiría en jeroglíficos la plegaria para que cada
año subieran las aguas del Nilo regando sus campos y procurando la
prosperidad del pueblo egipcio.
Leyenda antiguo Egipto
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Berenjenas (Tacuinum Ssnitatis -Manuscrito sobre salud- , siglo XIV) |